Viernes a
11-6-2004. Después de muchas consultas sobre el estado del tiempo y la
cantidad de nieve en los Pirineos durante la semana, salimos cuatro de los
veintiséis miembros del grupo desde Barcelona, con el objetivo de
realizar el pico del Aneto y su temido “Paso de Mahoma”. Anabel,
Joan Jordi, Darío y el que firma esta crónica. Además, y
como añadidura, contamos con un quinto componente, Cristina, que
demostraría más adelante su resistencia en montaña. (a
ver quien es capaz de seguirla)
Algunos iban con el pico ya conseguido en la salida del 2002 como Darío, y
otros con la espina clavada de haber alcanzado la cumbre con anterioridad y
no haber realizado el último paso, el de Mahoma, como es mi caso y el
de Joan Jordi.
Con el
objetivo de llegar con tiempo al refugio y poder cenar allí, salimos a
las cuatro de la tarde de la diagonal de Barcelona, para coger la A-2 con
dirección Lérida, la cual abandonaríamos justo antes de
llegar para desviarnos dirección a Benasque por la N-230, N-123. Todo recto y sin pérdidas.
El por
qué de escoger esta vez el refugio del aneto, conocido como “La
Renclusa”, en lugar de las comodidades del camping “El
Aneto” como se había realizado en ocasiones anteriores, era el
de ganar tiempo en la salida, lo cual ha quedado patente ya que el tiempo
ahorrado en desplazamientos fue prácticamente de una hora a hora y
media.
Centrándonos
en la crónica, una vez pasado Benasque, y debido a que todavía
no se considera temporada alta, está permitido entrar con el coche
hasta el aparcamiento del refugio (bueno, a 40 minutos del mismo), ya que en
temporada alta se debe dejar el coche como muy cerca en el aparcamiento del
hospital de Benasque y coger un autobús hasta el otro.
Después
de aparcar los coches, algunos más cerca que otros del inicio del
camino, debido a las bondades de los todo terreno al poder atravesar
riachuelos, abandonamos la ropa de sport y nos equipamos con nuestra
vestimenta de travesía, camiseta Rocs&Pics incluida. En total,
unas 4 horas y media de viaje, pues llegamos al aparcamiento sobre las 20:30.
Todo
listo, comenzamos la primera caminata, precalentamiento mejor dicho de la
ascensión que será al día siguiente, en dirección
al refugio, al que tararemos unos 40 minutos en llegar, con paso tranquilo y
disfrutando que todavía es de día y se puede apreciar todo el
paisaje en su esplendor, con sol bajo y unos tonos rojizos dignos del
atardecer en las montañas.
Poco a
poco el refugio se acercaba hasta que llegamos la cabeza del grupo,
Darío y yo, y posteriormente el resto, sobre las 21:10, cansados del
viaje en coche y la caminata hasta el refugio, y con mucha hambre. La
solución para lo primero, dormir, pero antes de eso tenía que venir
la solución a lo segundo, la cena que nos esperaba en el refugio, tres
platos más postre, que sólo disfrutamos los tres miembros que
estuvimos dispuestos a pagar por ellos, pero el vino para entrar en calor
cayó en las cinco gargantas.
Entre
comentarios, gritos e historias, se hicieron las 23:00 y las camas nos
llamaban, ya que había que levantarse aproximadamente a eso de las 5
de la mañana. Menciono aproximadamente porque a las 4 de la
mañana ya comenzaba a levantarse gente de la habitación,
algunos con más ruido que otros y el dormir se hacía imposible,
si es que se había podido dormir algo antes entre ronquidos, calor y
linternas de gente yendo al lavabo. En este punto, Anabel y Cristina nos
demostraron lo útiles que pueden llegar a ser unos tapones para los
oídos y una mascara para dormir, ya que el que suscribe estas
líneas no durmió nada.
Sábado
12-5-2004. 5 AM. Después del movimiento de la gente comenzado a las
4:30, nos levantamos el grupo para vestirnos y almorzar a las 5:15. Un poco
de pan tostado con mermelada, mantequilla y otros condimentos, galletas,
magdalenas, zumo de naranja y, eso sí, mucho café para comenzar el
día con fuerzas. Se hacen las 6 de la mañana y el día
comienza a clarear, es hora de salir hacia la cumbre saliendo de los aproximadamente
2100 metros de altura del refugio.
Comenzamos
a caminar a eso de las 6:10 de la mañana, y a los 5 minutos tenemos
que volver a parara para colocarnos los crampones, ya que la nieve comienza
prácticamente en el refugio. Su profundidad en estas fechas ya no es
excesiva (entre medio metro y un metro) pero hay que vigilar los resbalones.
La nieve es dura todavía y los crampones nos ayudarán mucho en
nuestra subida.
Seguimos
las huellas que ya hay marcadas en la nieve por toda la gente que ha salido
antes que nosotros, y la que seguirán todos los que también
subirán detrás de nosotros. Hay una clara diferencia entre los que
suben con esquís de fondo, en un claro zig-zag, y los que suben con
crampones que van en línea recta. Para nuestro caso preferimos seguir
los pasos de los segundos, con alguna excepción en ocasiones para
guardar fondo.
La subida
hacia el cruce entre el Portillón inferior y el Portillón
superior, por la que tendremos que bajar posteriormente se hace larga y
pesada. A pesar de haber nieve y habernos evitado el tener que trepar por
todo un campo de piedras y rocas, es como estar subiendo por unas escaleras
interminables, o al menos eso opinaban mis gemelos. En cabeza, Joan Jordi y
Cristina, demostrando gran resistencia, con Darío en medio y cerrando
filas Anabel y yo, eso si no tenemos en cuenta toda la gente que iba por
delante y detrás nuestro, ya que parecía la rambla de
Barcelona.
Superado
el primer tramo, uno de los dos más duros, con unos 600 metros de
desnivel, llegamos al portillón superior, sin abandonar nunca la
nieve. Es desde este punto donde se ve todo el tramo que queda por recorrer y
por primera vez el pico del Aneto, el cual no dejaremos de ver durante el
resto del viaje, siempre ahí, pero nunca se acerca. Llevamos unas 2:10
de camino.
Toca un
descanso merecido y reponer fuerzas. Unos frutos secos, galletas de
chocolate, zumo, cereales y como no, agua. Un poco de descanso para las
piernas y rodillas y a continuar con el resto del camino.
8:30 AM.
Segunda ascensión. Una vez pasado el Portillón, continuamos por
el camino marcado por los esquiadores
de montaña, liso y plano, lo cual es de agradecer por los tobillos que
llevan calzados crampones. La ascensión se convierte en una lenta
caminata, mas o menos inclinada en determinados momentos, pero llevadera.
Poco a poco vamos subiendo por la ladera y el glaciar, hasta llegar al
collado de coronas, en donde hacemos otra parada antes
del último tramo, el más duro.
Recuperadas
las energías, nos disponemos a afrontar la subida al pico del Aneto.
Estamos a 3050 metros de altura aproximadamente, y hay que subir 350 metros
de desnivel en muy poco trecho; a partir de ese momento la ascensión
se vuelve muy vertical y se une a la falta de oxigeno de la altura.
Comenzamos a respirar más rápido para suplir esa carencia. En
cabeza, Darío y yo, y cerrando la formación, Cristina, Anabel y
Joan Jordi.
Los pasos
se hacen lentos y costosos y las rodillas sufren, ya no hay descanso hasta
alcanzar la cumbre previa al paso de Mahoma, a media ascensión del
pico decidimos seguir las huellas de los esquiadores de montaña, menos
verticales y más llevaderas, pero conllevan un problema, son las 10:30 de la
mañana y el sol está dando desde las 7, la nieve comienza a ser
blanda y nos comenzamos a hundir hasta los tobillos cada paso que damos, al
cabo del rato decidimos volver sobre las pisadas de crampones, sobre la nieve
ya pisada.
Un
último esfuerzo y la última subida vertical, muy dura, antes de
alcanzar el llano de la cumbre. Llegamos por este orden: yo, Darío,
Cristina, Anabel y Joan Jordi, lo que nos da a Darío y a mí tiempo
para contemplar el paso de Mahoma, a rebosar de gente y al que sólo le falta
un guardia de tráfico para regular quien sube y quien baja. Son las 11
de la mañana.
Una vez
todos ante el paso que, la verdad, impone si no lo has pasado nunca,
conseguimos que un compañero de montaña que ya había
pasado otras veces, nos hiciera de guía marcándonos los puntos
de apoyo en las rocas, ya que en algunos puntos, te quedabas sujeto de manos
y con un pie pero dejabas por debajo la caída, y sólo la caída
que había porque no había ningún saliente mas. Lo
importante es tener siempre tres puntos de sujeción, y eso el paso de
Mahoma lo ofrece, además de roca porosa en la que es muy difícil
de resbalar. Paso a paso, uno tras otro fuimos realizando el paso y todos
pudimos llegar a la cruz del Aneto, con la consiguiente alegría; cinco
comenzaron y cinco llegaron a la cruz.
Pasamos un
rato en la cima, contemplando las vistas, ya que hacía un día
magnífico y todas las nubes quedaban por debajo de nosotros, mirando
los diferentes “adornos” que hay por el pico, ya que no se han
limitado a una cruz, sino a otros santos y leyendo la cantidad de “estampitas”
pegadas en la cruz, a la cual sólo le falta un anuncio de “vendo casa
con vistas al Pirineo”. Y tras unos momentos de relax, comenzamos la
vuelta, otra vez por el paso, pero con mucha más confianza ahora que
ya lo habíamos realizado una vez.
A partir
de aquí, todo consistía en volver a realizar el camino andado
al revés y cuesta abajo, lo cual se nos hizo largo y monótono,
salvo por algunas anécdotas. Los primeros instantes de bajada con los
crampones estuvieron llenos de resbalones, de entra los cuales Cristina casi
baja el Aneto “de culo” literalmente, y Darío protagonizó
varias paradas con motivo de recolocárselos, ya que se le salían
constantemente.
Todo el
camino seguía con su monotonía, bajar el pico, traspasar el
glaciar y volver al cruce entre los dos Portillones, para salir al otro lado.
Este punto de inflexión, se caracterizó por tener que subir
entre los dos Portillones por tierra y nieve blanda en donde era muy fácil
de resbalar. Tras esto, un descanso.
Un último
tramo y ya estaba, a partir de ahora, siempre con la vista del refugio
delante, fuimos bajando por la ladera del Portillón, eso sí, entre la
una y las tres de la tarde, cuando el sol ya había estado dando de
lleno en la nieve y ésta estaba terriblemente blanda. Esto nos llevó
a dar muchos traspiés, incluida una bajada de culo de Darío de
unos 200 metros a propósito, claro, con tal de no tener que andar, en
la que partió uno de sus bastones en dos. Todo esto sin contar el hundirse
hasta la cintura en algún momento o dejar una pierna inmovilizada
porque se había hundido medio metro en la nieve. La verdad, es que se
agradeció mucho llegar a la hierba verde.
Quisimos
hacer un alto al quitarnos los crampones y descansar, ya a poco más de
200 metros del refugio, pero durante toda la bajada el cielo se había
ido cerrando por unas nubes negras que amenazaban lluvia, la cual se hizo
presente en ese mismo momento. Fueron cuatro gotas, pero las suficientes como
para recordarnos que después del refugio nos quedaban 40 minutos de
bajada hasta el coche.
Una vez en
el refugio, sólo quedaba recoger las cosas que habíamos dejado por la
mañana y, como no, pagar la estancia. Después comenzamos el
camino de bajada hasta los coches, ya con mucha tranquilidad, risas y
comentarios. La lluvia no volvió a ha hacer acto de presencia y fue un
retorno tranquilo.
En los
coches, ya sólo quedaba cambiarse y volver. Aquí los caminos se
separaron en 2, los que se quedaban: Anabel, Cristina y Joan Jordi, y los que
se tenían que ir: Darío y yo. Los acompañamos hasta el
camping del Aneto para que reservaran camas y nos fuimos a tomar algo
celebrando la ascensión.
Al día
siguiente, los que se quedaron protagonizaron una caminata de 7 horas al
refugio de Estós, pero eso, es otra historia.
El subir con nieve y no subir
los primeros nos permitió
subir como si por un sendero de nieve se tratara, lo más duro fue la
longitud del trayecto y el repechón final hasta el pico. El paso de
Mahoma son tan sólo los últimos 20 metros y dejo a la elección del
montañero el pasarlo o no.
by Javi