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La Munia (3133 m)
Ficha
Imagen portada de la excursión
Fecha 31 de Julio de 2004
Tipo de excursión Alta Montaña
Dificultad  
Conseguida Conseguido Sí
Excursión visitada 3475 veces ( 2 esta semana )

Crónica

Partimos desde Barcelona provincia el Viernes 30 de julio, y dejando atrás Lérida, Barbastro y Aínsa nos condujimos hasta el bonito pueblo de Bielsa (Ruta --> Llegada: Bielsa). El lugar de pernocta escogido fue el Camping Pineta, sito en el valle del mismo nombre, a unos siete kilómetros de Bielsa. Hasta allí nos acompañaron Alicia, Ana y Laurita que se quedaron en el camping para tener también su aventura al día siguiente, aunque más "light".

Habíamos quedado alas 6:00 A.M. del día después, Jotas, Darío, Richard y Alberto, el queescribe estas líneas, con todo ya preparado, en el mismo Camping Pineta.Pero cuando “On The Rocks el Xispas” brillaba por su ausencia nos temimos que otravez íbamos a faltar a la puntualidad. Efectivamente, cuando a las 6:15A.M. apareció nuestro colega con un mega-bocata de pan de chapata y aúntenía que meter la comida dentro de la mochila, vimos que la cosa ibapara largo. Sin embargo, a las 6:30 A.M. ya empezábamos a andar, una vezhabíamos dejado el coche en una zona de acampada, al lado del río, cercade la Hermita de Pineta y a unos 1330 m de altitud: empezaba laaventura.

Nos abrimos paso por elbosque para acercarnos a los Llanos de La Larri (250 m más arriba), por una bonitasenda que sigue el GR-11cubierta en su mayor parte por una densa bóveda de abetos yhayas. Richard, con bocata enboca, sin duda tentaba al diablo de las “pájarase indigestiones”, a mí al menos me pareció algo salvaje metersesemejante “tanque” en las fauces nada más comenzar. Sin darnoscuenta, el camino subía y subía y nos pudimos percatar porque losgemelos empezaban a quemar y las primeras sudoraciones hacían acto depresencia. Estuvimos subiendo unos 40 minutos hasta alcanzar una pistaforestal que nos llevaría con menos pendiente, pero sin dejar de subir,hasta alcanzar los citados llanos. Antes pero, la primera sorpresa del díaiba a aparecer: atónitos pudimos comprobar la negativa de Jotas acontinuar la ascensión. Lo achacó a estar falto de sueño, después deuna primera rampa nada prometedora para él. Este hecho puntual y sinmayor trascendencia iba a marcar definitivamente el desenlace final de laexcursión, como ya veremos más adelante. De hecho, Jotas ya habíasubido a la cima dos semanas antes, así que no le dimos mayor importanciay, después de intentarlo convencer sin éxito, seguimos hacia delante sinsu inestimable compañía.

La pista forestal nos llevó a un paraje digno de comentario: poco antes del Refugio de La Larri, en una revuelta del camino pudimos apreciar en lo alto el Añisclo, el Monte Perdido y el Cilindro. Qué impresionante era contemplar el Glaciar del Monte Perdido, en plena regresión, pero aún con unos 45 m de espesor. En breve, pudimos apreciar la grandeza del valle que, previo al Barranco de Fuensanta, nos llevaría a los Lagos y al Circo de la Munia. Se trataba de un amplio valle, no muy largo, por el que transcurrían las tranquilas aguas del río Cinca, poco después de su nacimiento. Al recorrer el verde valle nos encontramos con un rebaño de vacas y dos portentosos caballos a los que no me cansé de fotografiar, hasta el punto de irrumpir en su tranquilidad y llegar a causarles cierto desaliento, que se tradujo en un lento pero desafiante acercamiento por parte de ellos y de una sigilosa retirada del amigo Darío, y de mí mismo - "a ver si nos va a dar una coz el bichito..." - pensamos.

Al fondo, imponente, laprimera dificultad real del día: el Barranco de Fuensanta adornado por laimpresionante cascada del río Cinca. Para no caer en el error cometidohacía unas semanas por la anterior expedición de Rocsandpics, nosmantuvimos al margen derecho del río (yendopor la Estiva) y empezamos a subir por unaescarpada empedrada que transcurría a la derecha para luego irseacercando más al centro de la pared, en una agonía zigzagueante, estonos llevó al primer punto de referencia, una vez aquí, volvimos a girara la derecha, para llegar al puntode referencia 2. Fueronlos momentos más duros de la ascensión, que se hicieron largos eintensos. La pared se hacía más y más empinada y no tardamos mucho enparar a tomar un refrigerio y algunos zumos para preparar el cuerpo parauna situación de “altas pulsaciones”. Proseguimos subiendo por el sufrido camino que a veces se tornabauna simple cornisa desde la que divisar como los árboles del valle noeran más que puntitos verdes inmersos en un valle que cada vez se encogíamás y más. Si los Llanos de La Larri se encontraban a unos 1570 m dealtitud, al alcanzar el río de nuevo después de subir el interminablebarranco ya estábamos a unos 2300 m y el camino empezó a darnos un pocode tregua. Pero no nos confundamos, tregua en esta excursión significamenos pendiente, no reposo, pues desde el inicio del barranco hasta losLagos de la Munia el ascenso escontinuo.

A las 11:00 A.M.aproximadamente avistamos el primero de los Lagos de la Munia (a unos 2500m), después dereseguir el río en el que ya empezaban a resurgir los primeros tramos connieve, hermosos cuando daban paso al lecho del río. Era un parajeprecioso en el que confluimos con aquellos montañeros que venían desdeChisagüés con bastante menos desnivel en sus botas que nosotros, por laderecha del lago. Después de realizar algunas panorámicas proseguimoshasta el segundolago. Nada más llegar aquí ya compensaba el esfuerzo.El deshielo parcial de la montaña moría en dicho lago, el cual reflejabacual perfecto espejo las rocas, los minúsculos trozos de nieve que seresistían al deshielo, los picos, de la Munia al frente(aunque queda por detrás y no se ve) y el de Robiñera(un 3003 m al que abortamos un posible ascenso dada la dureza de lajornada) que ya habíamos dejado atrás.

12:00 P.M: Hicimosacopio de fuerzas, comimos algo de proteínas y recuperamos el nivel de líquidoscon algunas bebidas isotónicas, el que las tenía; todo para encarar elpaso definitivamente hacia la antecima, que prometía ser dura, como todoascenso en su etapa final. El sol, además, brillaba con fuerza y noscalentaba de manera implacable. Richard y yo no llevábamos gorra alguna,así que yo había optado por ponerme una camiseta a modo de “DoñaRogelia” y Richard perdió el tiempo pidiéndole una camiseta aDarío,que debió pensar “al enemigo ni agua” pues entre risas se negó adarle facilidades a su compañero de batallas, además, la única camisetaque llevaba era la de Rocs&Pics, y ésta compañeros, es sagrada. Empezamos a subir y subirya exhaustos pero sin perder el ritmo con una paciencia increíble y muchadeterminación, teníamos ganas de llegar. Yo quizás era el que iba más“tocado” pero en ningún momento pensé en abandonar, pues sabía quetodo era cuestión de tiempo y de realizar los descansos necesarios.

A la hora y cuarto,más o menos, alcanzamos el Collado de la Munia, sudados y con el corazónbombeando de lo lindo, atrás dejábamos un pedregal que hacía las vecesde tartera, sin llegar a serlo realmente. Descansamos y entre contentos yhasta “los mismísimos...” de la subidita pudimos apreciar el Valle deTromouse que daba a la vertiente francesa de la montaña, a lo lejos elMonte Perdido y Cilindro estaban encapotados y bajonuestros pies los Lagos de La Munia. A la 1:30 P.M. retomamos elcamino cresteando y esperando toparnos en breve con el afamado Paso delGato. La cosa olía a antecima, pero la montaña se rió de nuestrascalaveras cuando divisábamos algo que parecía la cima y no lo era. Lagrimpada se impuso como forma de progresión, llevándonos incluso amomentos “delicados” por ser un tanto aéreos en los que un resbalóno tropiezo podría haber sido fatal. A la media hora o así, desde elcollado nos encontramos delante con los zarpazos de nuestro amigo elgato;efectivamente, no era una pared muy alta, a lo sumo unos 5 o 6 metros,pero, a primera vista, carecía de apoyossignificativos. El punto clavepara atacarlo era aprovechar una hendidura en la roca lisa para sostenersey hallar un par de minúsculos huecos donde apoyar pies y manos. El Pasodel Gato no es peligroso en sí, si te caes la caída no se me antojamortal porque no da a un precipicio directamente y la altura no es grande,pero el suelo es rocoso y te puedes romper la crisma al golpearte conalguna roca, aunque la caída libre sea, como digo, de unos cinco metros,más o menos. El primero en atreverse a mirar de cerca “los ojos delgato” fue el amigo Richard mientras abajo el amigo “Maligno” legrababa con la cámara digital y yo lo miraba atento pues el siguiente seríayo. El listón estaba alto pues tenía que tardar menos de 30 segundos enpasarlo porque era lo que duraba la grabación de vídeo de la cámara.Richard fue más allá de nuestras expectativas, pues asombrados nosdejaron su rapidez y seguridad en superar el “handicap”. Increíble,¡parecía un escalador experto!. Como si lo hubiera hecho toda la vida. Elsiguiente en encaramarse fui yo. Me enganché en el primer apoyo, yrecuerdo que pensé “o lo hago rápido o soy capaz de resbalar y me dejolos sesos” así que tras un grito de guerra saqué casi todas lasfuerzas que me quedaban y ¡zas! Saqué manos y piernas de donde no lastenía y en muy poquito me hallé también a salvo junto al colega “Roró”.Las secuelas de mi acción fueron un pequeño corte en la rodilla y, casiimperceptibles, unos arañazos en el antebrazo. Darío era elsiguiente, máslento que nosotros, pero muy seguro se fue afianzando hasta superar elpaso sin ningún titubeo. Un diez para todos, ¡prueba superada!

Os tengo que contarque a partir de ahí significó un punto de inflexión para mí, pues creoque me dejé casi todas las fuerzas en el maldito paso (algo se alteró enel espíritu del gato y me echó una maldición por haber “blasfemado”junto a sus zarpazos, con lo tranquilo que estaba él), pensando que lacima llegaba inmediatamente después. Pero no fue así, pues aún tuvimosque subir un par o tres de conglomerados de roca más y atravesar algunos pasos ciertamentevertiginosos, sincontar las 2 o 3 crestas que tuvimos que cruzar.Finalmente ya no se hizo esperar más: trasn 8 horas de caminata, tocamostecho. Coronamos los 3133 m de la cima con más pena que gloria cuando debían ser casi las 3:00 P.M.,primero subieron Darío y Richard y yo un poco másrezagado, con elcansancio, ya no sólo en los músculos, hasta en los huesos. Sin fuerzasni para marcarme un ¡Awuelooooooooooo!, tal y como está mandado en estoscasos. La cima se componía de unos hitos desde los cuales festejamos la gran victoria, noshicimos las fotos de rigor. La panorámica era espléndida, tan sólo unasnubes amenazantes cubrían parte del Monte Perdido dejando entrever lapequeña Munia, Sierra Morena y todo el valle francés, además de los Lagos de la Munia,que ahora se apreciaban abajo como dos diminutos charcos arropados porotra tanda de montañas que no adivinaba a saber su nombre. ¡Objetivocumplido! ¡Qué grandes somos!

Comimos rápido porque las nubes se acercaban con ganas de descargar. Bajar por la cresta que habíamos subido, se tornó aún más peligroso, pues las fuerzas ya estaban tocadas. Al llegar de nuevo al paso del gato, la cautela predominó porque es quizás cuando es más peligroso y a nadie le apetecía romperse ningún miembro. Por la izquierda bajaba un camino que parecía sortear el descenso de las diferentes grimpadas, pero hubo un momento de tragar saliva cuando perdimos el camino y nos vimos obligados a pasar por dos pasos totalmente aéreos, inclinados y sin apoyo. Esos fueron para mí más complicados y peligrosos que el Paso del Gato. Pero con mucho cuidado los fuimos superando, reencontramos el camino hacia el collado y con las piernas embotadas iniciamos el descenso de la tartera hasta los lagos. Allí descansamos un rato más prolongado con la vista puesta en el cielo, aunque en esos momentos el sol volvía a tostarnos, si cabe, un poquitín más. Deliberamos en meternos en el lago, pero no lo vimos nada claro ¡el agua estaba helada! A duras penas metí los pies.

A cosa de las 4:30 P.M.proseguimos nuestro camino. Bajamos por el sendero del río superando algúntramo de nieve muy derretido por el calor reinante, hasta llegar a la zonadonde el caminito surca alegremente una zona de verde y alta hierba, dondeme hubiera gustado tenderme a echar una reconfortante siesta ¡qué pococuesta soñar, amigos! Continuamos caminando por el sendero hasta elprincipio del barranco. Había perdido ya la cuenta del rato que llevábamosandando y de la cantidad de agua que potabilizamos para no caer en ladeshidratación. Cuando bajamos las primeras cornisas, nos quedamosestupefactos: parecía imposible que hubiéramos podido ascender por allí,era realmente empinado, no había camino, aquello eran prácticamentesurcos en las mismas rocas. Yo empecé a pagar el cansancio y a aumentarla frecuencia de mis paradas porque mis piernas no daban abasto parafrenar mi peso y el de la mochila que aunque casi vacía de víveres parecíacontener un pesado ladrillo. Las piernas no obedecían mis órdenes y eldescenso se tornó penoso y muy sufrido por mi parte. Obligué a mis compañerosa esperarme y esperarme... más y más...

Al fin llegamos a los Llanos de La Larri al lado de la cascada del Cinca, que para mí fue todo un bálsamo. Seguí mientras pude a mis compañeros hasta cuando nos adentramos en el bosque, para alcanzar el punto final de la excursión, momento en el cual los volví a perder debido al dolor de piernas que sufría. Al poco de llegar a la Hermita (tras 6 horas de bajada) me encontré a mi novia Alicia que ya estaba nerviosa de la espera y salió a mi encuentro con Laurita. Bajamos unos pocos metros más hasta la fuente de la Hermita de Pineta en la que me refresqué. Entonces en ese momento, al alcanzar la carretera que nos conduciría a donde habíamos dejado el coche, la lluvia hizo acto de presencia; no se pudo esperar más y cayó en forma de aguacero el cual fue del todo agradecido. Al llegar al coche (eran las 8:40 P.M. aproximadamente) la gran sorpresa que me había adelantado Alicia: la rueda del coche de "Roró" estaba pinchada.

Pero para llegar a este punto de la historia, permitidme antes un pequeño inciso para enlazar con el mañanero abandono de "Jotas". Cuando dejó la expedición se fue al camping con el coche de Richard. Recogió un poco más tarde a las mujeres y las llevó de vuelta, en una pequeña excursión hasta los Llanos de La Larri y la cascada del Cinca, en la que Alicia pudo comprobar lo peligroso de "molestar" a las vacas cuando están con los ternerillos. Tras la excusión, retornaron al camping y las chicas volvieron allá por las cinco o seis de la tarde (mientras nosotros descendíamos) para recogernos en nuestro retorno, otra vez al parador donde se suponía que habíamos dejado aparcado el bólido. Para entonces "Jotas" volvía con su familia a Barbastro y ellas, al llegar al puente del río, detectaron el pinchazo de la rueda.

Retomamos el punto en el que llegué al coche. Los vi cambiando la rueda bajo la lluvia, me puse el cortavientos, todo empezó a tambalearse, me mareé, me dolía la cabeza terriblemente, parecía que me había dado una insolación. Cambiaron la rueda por una de esas estrechas que impiden rodar a más de 80 km/h. Personalmente, me pareció que la rueda estaba muy deshinchada y vaticiné un reventón, lo cual aconteció al día siguiente a sólo 1 km de Parzán, donde pretendían reparar la rueda ¡Pobres Dario y Richard! ¡Tuvieron que esperar al RACC a pleno mediodía! Mientras yo me bañaba con Laurita en la piscina de un mesón en el que paramos a comer de vuelta a casa, y es que, ¡no iba a ser todo sufrimiento!. Pero me he ido un poco del tema, volvamos al tema del coche del día anterior. Hicimos dos viajes uno con el coche de Richard y otro con el mío, tras recogerlo en el cámping. Yo me quedé tiritando en la cama hasta que regresaron todos sanos y salvos. Todo quedó en un susto pues al tomar un analgésico, un zumo y una coca-cola, mejoré ostensiblemente (quizás todo fue provocado por un bajón de azúcar que había estado enmascarado por mi terrible dolor en los cuadriceps al bajar). Lo que parecía que podía significar que me llevaran al hospital más cercano, por consejo de un médico al teléfono, acabó con un "vámonos arriba al bar a comernos un plato combinado que tengo un hambre de la hostia". Así, muy cansados pero felices de que al final todo saliera bien y del rotundo éxito de la ascensión, acabamos nuestra aventura: degustando unos manjares que se nos antojaban como una mariscada en la playa. Amigos, eso no era comer, era devorar...

Sus 1800 m de desnivel hacen que sea una excursión muy exigente en la que es mejor tener una buena forma física para que las piernas no digan de volverse a las primeras de cambio, además, si la parte final cogemos el camino recto por las crestas (como hicimos nosotros), podemos encontrarnos algún que otro paso bastante aéreo, no apto para gente con vértigo.

by Alberto

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